Cuando hablamos de quemarnos, prácticamente a todos nos viene a la cabeza una imagen de la playa en un día de pleno calor en agosto tumbados en la toalla con la sensación de que la piel nos arde. Y es que en muchas ocasiones asociamos quemarnos con el calor y la playa, pero la radiación solar no tiene por qué estar directamente relacionada con las altas temperaturas. Esto se debe a que las quemaduras solares las provocan los rayos ultravioletas, no el calor en sí, pues hay factores como las nubes, el viento o la altitud que hacen que disminuya la temperatura pero no la radiación.
Los rayos ultravioletas o rayos UV es la radiación que llega desde el sol a la Tierra y, aunque la atmósfera nos protege de algunos, muchos otros llegan a la superficie. Esta radiación llega de tres formas: radiación directa, cuando nos da la luz del sol directamente, radiación difusa, que es la que proviene de la dispersión de parte de la radiación y es mayor en días nublados, y radiación reflejada, que es la que rebota en la superficie terrestre.
Cuando vamos a esquiar, tirarnos en trineo, o simplemente dar un paseo por la nieve, la radiación solar aumenta por varios factores, independientemente de la temperatura ambiente. Pero nos quemamos más cuando hace calor, podemos pensar. Pues bien, es cierto que en los días fríos normalmente nos quemamos menos que en los días más calurosos, pero esto se debe a que el frío hace que nos pongamos más ropa de abrigo como gorros, bufandas o manga larga, mientras que cuando hace calor tendemos a quitarnos ropa y dejar un mayor porcentaje de nuestra piel expuesto al sol. Pero centrémonos en la pregunta, ¿por qué en la nieve quema más el sol?
1. La altitud.
Por regla general, la nieve suele estar en zonas de gran altitud como las montañas. A mayor altitud, más cerca estamos del sol y menor es la densidad atmosférica, por lo que la atmósfera absorbe una menor proporción de rayos UV y, lógicamente, aumenta el nivel de radiación. Concretamente, cada 1000 metros de altitud, la radiación solar aumenta entre un 10% y un 15%.
2. La radiación reflejada.
El nivel de radiación reflejada depende de la superficie terrestre donde se proyecten los rayos del sol. Este porcentaje de energía reflejada por una superficie es lo que denominamos albedo y está muy relacionado con el color, siendo el blanco el que más refleja y el negro el que más absorbe. Así, la espuma del mar refleja aproximadamente un 25% y la arena seca de la playa sobre un 15%. En el caso de la nieve, nos encontramos con una de las superficies que más radiación refleja, reflejando hasta un 80% de los rayos que inciden en ella y proyectándolos de nuevo en nuestra piel.
Estos son los dos factores principales que provocan que “nos quememos más en la nieve”, pero no los únicos que afectan a nuestra piel. El frío, el viento y la humedad también hacen que la piel se irrite, especialmente en las zonas más sensibles que se encuentran expuestas como son la cara y las manos. Por eso, si vamos a esquiar o a pasar el día en la nieve es esencial echar en la mochila un buen protector solar que nos proteja de la radiación y mantenga la piel hidratada para minimizar los efectos del frío en ella. Prototype50+ es una crema solar indicada para pieles sensibles, por lo que en condiciones de bajas temperaturas aporta una gran hidratación y confort evitando que la piel se reseque. Se absorbe con rapidez y no deja residuo graso, por lo que es ideal si nos vamos a poner una bufanda o gorro encima, y no irrita los ojos. Además, el formato Face Cream de 50 ml. se puede llevar cómodamente en una mochila pequeña, para que puedas repetir la aplicación cómodamente aprovechando el viaje del telesilla.
Aparte de la piel, es muy importante proteger los ojos con unas buenas gafas polarizadas y no quitárnoslas nunca, incluso aunque no estemos esquiando. Siempre que estemos en el exterior debemos tener las gafas solares puestas. También es aconsejable utilizar un gorro para proteger el cuero cabelludo, y guantes para evitar que las manos sufran el viento, el frío o el contacto con la nieve en las caídas. Si vamos con los peques de la familia, hay que estar muy pendientes para repetir la aplicación de la crema solar como máximo cada dos horas y evitar que se quiten la ropa o las gafas de sol, pues muchas veces se agobian con tanta prenda de abrigo y tienden a dejar expuesta la piel de los brazos o los ojos sin protección.
Y si ya tienes todo el equipo, la crema solar y las gafas en la mochila, ¡pásatelo genial en la nieve este puente!